Caminas, sabes que te sigo, que te seguiré adonde vayas, como tú quieras, cuando lo dispongas, porque tengo miedo a perder tu estela, porque cuando se ve a una diosa, uno ya no puede mirar para otro lado.
Hoy te maquillo yo, me dijo. Yo me dejé hacer, me puse la ropa que ella me había preparado y cuando acabé, me dijo que íbamos salir de marcha. La verdad es que me encontraba muy excitada, pero con un tremendo susto encima. Me llevó a un bar de ambiente y, al poco de llegar, me dejó aparcada en la barra y se fue de coqueteo por todo el local. Cuando me quise dar cuenta, salía de la mano, con una rubia muy llamativa. Yo, toda asustada, me dirigí a la salida, bastante lejana al lugar donde estaba en ese instante. Cuando salí a la calle, no la ví por ninguna parte. Me entró un susto de muerte. Estaba sóla, vestida de mujer, y para colmo de males, sin mi bolsito, donde había guardado las llaves del departamento y el celular. Maldición, como habíamos salido juntas de casa, lo había olvidado. La falta de costumbre. Estaba segura de haberlo dejado en casa, pero por si acaso volví al local. Nada. Y encima las bolleritas me empezaron a mirar con cara de malas pulgas, sabían de sobra lo que yo era. No hizo falta que me invitaran a salir, me fui corriendo. Estuve frente al departamento, en la calle, mucho rato, mirando a la ventana a ver si se asomaba alguien y como no quería molestar a mi amor, por si estaba enredada con la rubia, no me atrevía a llamar al portero automático. Nada, ni luz siquiera. Aprovechando que un vecino salía del garaje del edifico, me colé antes de que se volviera a cerrar la puerta, estaba aterida, por lo breve de mi faldita y menos mal que llevaba una remerita. Entre dos coches, sentada en el sucio suelo, me pasé el resto de la noche, sobresaltada cada vez que se encendía la luz y oía pasos. A la mañana, salí del garaje y me colé en el portal cuando entró un repartidor. Subí hasta el piso y me senté en las escaleras a esperar, sin atreverme a llamar, por si ella estaba con su ligue de anoche. A media tarde llegó y cuando la vi, me derrumbé, me puse a llorar y cuando entramos en casa, ella me tomó la cabeza en su regazo, mientras acariciaba mi pelo y me dijo: ¿Qué te pasa tontita? Y yo: Pasé mucho susto. Y lloré y lloré mucho. Jamás me sentí más indefensa.
Soy hombre, siento como hombre, pero también soy mujer. Una mujer a la que le gustan otras mujeres, que las adora y las envidia... Por eso te sueño, a ti que me dejarías expresarme como soy y quererte como eres.
Cuando la vi aparecer enseñando su culito bajo el breve short, paseando de la mano de su novio, como a otra cosa estuviera, pero sin duda consciente de las miradas que atraía, me preguntaba: ¿Qué habrá sentido al ponerse la prenda que enseña más que tapa? Supongo que si le preguntara alguien, no pretenderá que nos creamos que le molesta que la miren. Yo desde luego, me deleité contigo.
Mi colegiala preferida, siempre supiste que te daría toda mi experiencia. Con esa carita de niña buena y ese fuego ardiente que me regalas. Eres mi debilidad.